¿Qué es el tatuaje*?
La técnica del tatuaje consiste en la introducción de pigmentos inertes en la piel mediante punción con agujas u otros objetos cortantes para obtener un resultado de coloración permanente. La palabra tattoo fue introducida en Inglaterra como un derivado de tatau, nombre que daban los indígenas en las colonias de Nueva Zelanda por asemejarse al sonido que hacen al chocar los dos palos con los que se ayudan para realizar el tatuaje.
¿Qué es el arte?
La mayoría de asignaturas teóricas acerca del arte comienzan con esta pregunta, y rara vez esta cuestión queda totalmente aclarada. Podemos encontrar mil definiciones de este concepto y en todas ellas podemos encontrar infinidad de fallos y contradicciones.
Las definiciones a las que menos defectos podemos adjudicar son bastante abstractas e incompletas, como “el arte es la proyección de la personalidad del artista”. Esta es de las mejores que he encontrado, pero, ¿en qué consiste esa proyección? Intuimos que esta proyección es la obra de arte, pero si no sabemos lo que es el arte o el artista volvemos al punto de partida.
En este capítulo mi intención es tratar de hacer llegar al lector aunque sea un mínimo atisbo de inteligibilidad sobre lo que es el arte, sea cual sea su grado de preparación intelectual, ya que el arte está al alcance de todo aquel que se interese en conocerlo y comprenderlo, sin importar su estatus social.
Dejando aparte toda la mercantilización que corrompe al arte y lo complicado que a personas no instruidas pueda parecer este concepto, vamos a dar por hecho que como todo el mundo sabe que existe el arte, el arte debe existir.
Otra cosa que sabemos a ciencia cierta es que el arte carece de funcionalidad. En otras palabras, físicamente el arte no sirve para nada. En el momento en que un objeto estéticamente atractivo u original como una vasija cerámica o una ostentosa cuchara de oro y plata se utilizan para guardar aceite o comer, pasan a ser artesanía; un objeto quizás hecho con gran habilidad, pero que se utiliza para hacer algo, por lo cual muy probablemente se produzca en serie ya sea manual como industrialmente. No obstante si la cuchara se colocara sobre un plato mugriento y vacío en un pedestal blanco de un prestigioso museo de arte moderno como alusión del artista a las diferencias entre el mundo desarrollado y subdesarrollado, pasaría a ser arte, aunque ni la cuchara ni el plato hayan sido creados directamente por el artista. Así pues, lo que diferencia arte de artesanía no es la habilidad de creación sino la no funcionalidad, entre otras cosas.
El concepto Arte surge en el siglo XVIII, durante el romanticismo, y es a partir de entonces cuando realmente comienza a estudiarse el arte anterior como tal. En el momento en que el hombre muestra inquietud por este fenómeno comienza una evolución del pensamiento artístico y de la filosofía del arte a pasos agigantados. Llega un momento incluso en que el más excéntrico tiene mas opciones de ser considerado el más artista.
La aparición del llamado arte conceptual ha hecho que la gente que se interese por este tipo de arte razone valorando mas la intencionalidad de la obra que las habilidades plásticas del autor, aunque ciertamente también ha brindado una oportunidad única para que farsantes con dinero muestren sus extravagancias sin sentido al mundo como arte, pero sin ningún tipo de mensaje o intelectualidad alguna. Hay personas poco fructíferas con muchos recursos. El público en general se expone a verse forzado a alabar obras que ni el propio autor es capaz de justificar. En mi opinión hasta el más introvertido de los artistas debe saber explicar si no el significado de su obra, al menos por qué su obra es arte, ya que en ocasiones no es lo que dice la obra sino cómo lo dice.
Hasta la concepción de Arte al estilo moderno no se prestaba atención a la pintura en sí misma, solo al elemento representado, que hasta hace relativamente poco eran en gran parte personajes religiosos, ya que la religión siempre ha tratado de monopolizar el arte por su similitud con este en muchos aspectos. En realidad, el arte puede considerarse una religión. Además, sería la religión más extendida del mundo. Hay personas en todo el mundo que creen en el arte por enseñanzas de otros o por descubrimiento propio y lo practican. Mucha gente cree que el arte existe pero no alcanzan a comprenderlo ni se preocupan por hacerlo, y sin embargo algunos de ellos lo consumen, como un agnóstico que va a la iglesia por estética social. Otro grupo de gente opina que el arte no existe, que es simplemente un invento de las clases altas para marginar a la plebe y mover grandes cantidades de dinero de unas manos ricas a otras.
Como decía, en la concepción de arte clásico o académico se valoraba la escena representada y la obra era mejor en tanto que más se parecía a la realidad. No quiere esto decir que el arte académico no sea arte. Intrínseco en el tenebrismo de Caravagio, en la terribilitá de Miguel Ángel o en el esfumatto de Leonardo puede percibirse la emoción que pudo sentir el artista en el momento clave de crear esa parte de su obra que le da vida y le otorga un fragmento del alma de su creador.
La diferencia fundamental entre el arte moderno y el arte clásico reside en que el moderno atiende directa y únicamente a lo que hace que el arte sea Arte, sin distracciones. En el arte clásico el artista siente y plasma sus sentimientos de forma casi involuntaria, aunque lo intuya. Imita la naturaleza y no importa qué escena sea, la calidad artística se aprecia en la forma de componer, los colores utilizados, el tipo de pincelada, etc. Esas son las características que nos hacen captar la forma de ser, de pensar y de sentir del artista. No es lo que haya pintado sino cómo lo haya pintado. La escena representada es solo una excusa, un entretenimiento. Pongo como ejemplo la pintura porque es con la que me es más fácil explicar esto y considero que es más comprensible para el lector. Además, luego será más fácilmente comparable con el tatuaje.
Cuando el arte comenzó a desprenderse de la imitación de la naturaleza fue precisamente porque los artistas se dieron cuenta de que la pintura es un medio en sí. La mancha de pintura puede ser expresiva por sí misma sin necesidad de imitar nada. Es más, la representación del mundo exterior limita la libertad del artista, y el arte debe ser libre. La pintura no figurativa o no del todo figurativa imita el mundo interior del artista.
Esta progresión de la concepción del arte fue gradual, y se aprecia sobre todo en el paso del puntillismo al impresionismo, y de este al expresionismo, aunque hoy por hoy aún no ha dejado de evolucionar.
La sensibilidad hacia el arte debe educarse y adiestrarse. Cuanto mas arte se vea, siempre con la mente abierta, más fácilmente apreciaremos las obras.
Cualquier persona podría ponerse con unos tubos de óleo frente a un trozo de cartón e interpretar una naturaleza muerta cercana, aunque sean los platos sucios y las sobras del almuerzo aún sobre la mesa. Que pruebe a hacerlo de una forma rápida, espontánea e intuitiva, que su necesidad interior hable por él. Cuando tenga algo de práctica, no importa si pinta bien o mal, posiblemente llegue el momento en que le envuelva esa inspiración que hace que por unos instantes no pueda parar de pintar y cada vez más rápido. En este corto período de tiempo cada pincelada es especial para él, le es imposible concebir que un brochazo no salga hermoso de su mano en este estado, y esta emoción lo inunda como una subida de adrenalina que le obliga a seguir pintando. Esta sensación es a la vez furia y alegría, en una proporción variable según la forma de ser de la persona que pinte, y continúa acrecentándose hasta que de repente se para bruscamente con un trazo amplio y valiente que llama su atención. Acaba de realizarlo sin pensar y su forma es casi por completo producto de la casualidad, pero es una mancha perfecta. En ese momento se enamora de su propia pincelada. En ningún momento elogia su propia habilidad, ya que no cree que haya sido él su creador, sino su descubridor. Pero el caso es que ahí está, el trazo perfecto. Necesita parar y sentarse a mirarlo. Podría pasar horas observándola sin cansarse, como si hubiera llegado a la cima de una montaña. Y no se atreve a seguir pintando por temor a estropearla. Una vez vivida esa experiencia le será mucho más fácil apreciar la pincelada ajena y valorarla. Una vez hemos creado algo con nuestras propias manos abrimos nuestros ojos a las creaciones de otros de una forma que no podríamos si nunca nos hemos implicado.
Para producir arte hay que combinar sensibilidad con inteligencia y habilidad, en proporciones acordes con el tipo de arte que se vaya a desarrollar. Para mí, personalmente, la segunda cualidad más importante del arte es la capacidad de expresión. El arte en su más alto grado de versatilidad debe evocar una idea o un sentimiento directamente salidos del cerebro, el corazón o el estómago del artista. Al igual que el idioma, el arte es también un lenguaje, que tiene al artista como emisor, la obra como mensaje y el espectador como receptor. Si el artista no sabe expresar su mensaje o el observador no conoce el lenguaje no habrá comunicación.
La primera cualidad fundamental del arte es, según mi modesto criterio, la sinceridad. Ningún artista puede transmitir al público una experiencia que él mismo no haya sentido o concebido creando su obra, si no ha tenido con ella una experiencia artística. Todo el mundo ha sentido alguna vez algo parecido a una experiencia artística. Cuando han escuchado atentamente una canción con los ojos cerrados y la han sentido dentro como si no existiese nada más, al mirar en campo abierto las estrellas tumbados sobre la hierba, notar el vacío que hay entre ellos y los astros y se dan cuenta de lo insignificantes que somos, cuando se quiere a una persona y se entiende que se sería el más fuerte del mundo defendiéndola y el más frágil si es esa persona quien le ataca. Cualquiera de estos sentimientos materializado o no, ya que la música o la poesía no son tangibles, podría ser una obra de arte. El caso es conseguir plasmar una emoción o un pensamiento en un medio sensible.
El resultado final puede transmitir de mejor o peor manera su mensaje. En teoría, la obra de arte es mejor en tanto que mejor expresa su mensaje y también en función de la calidad de este. Lo que hace que la obra de arte sea tal cosa, al margen de que sea buena o mala, es la comunicación. Y para que exista una comunicación útil es necesario que tanto el emisor como el receptor conozcan el lenguaje y que sea sincera, sin ser excusada ni enturbiada con paranoias esotéricas ni masturbaciones mentales, ni buscar durante su realización la remuneración económica. Pero la auténtica sinceridad de un artista solo puede conocerla él mismo.
Una vez hemos hablado del arte en general, vamos a concretar en la técnica del tatuaje. En lo referente al arte del tatuaje cambian un poco los criterios. Lo mismo que la escultura es menos expresiva que la pintura pero comunica su mensaje con mayor rotundidad o que la música es mas completa que la literatura pero a su vez está mucho más limitada por el ritmo, el tatuaje también goza de sus ventajas y limitaciones.
En la pintura el cuadro debe ser una totalidad armónica que funciona por una composición de tensiones y de colores. Si un cuadro atiende a unos valores generales bien compensados y simplificados, y en una sola parte se pinta un personaje muy detallado mientras el resto de la escena está resuelta con grandes planos, esto será anecdótico, y en pintura lo anecdótico no suele ser válido aunque no hayan normas preestablecidas. Sin embargo en un tatuaje el lienzo es un cuerpo entero, pero no es muy viable tatuarlo en su totalidad. En el arte del tatuaje el vacío juega un papel fundamental. Tenemos pues la licencia de hacer detalles en partes del cuerpo relativamente pequeñas en comparación con los grandes vacíos. Estos detalles pequeños están limitados debido a la conservación del tatuaje, ya que si son minúsculos pueden perderse con los años. La composición deberá jugar con la anatomía del tatuado, colocando el peso de una forma equilibrada según las partes que ya estén tatuadas para que mirando en conjunto el cuerpo las zonas tatuadas estén compensadas.
El tatuaje no goza de la fuerza ni tiene la posibilidad de cargarse de materia (cuando se utiliza mucha pintura y esta sobresale sensiblemente del soporte, véanse cuadros de Goya y Malévich) que tiene la pintura. No obstante en la pintura cargar de simbologías y atender a lo representado en la escena empobrece la obra, cosa que no ocurre en el tatuaje. El tatuaje se diferencia de la pintura por limitaciones pigmentarias, ya que se trabaja directamente sobre la piel del coleccionista. Esto confiere un gran impacto visual al espectador. Alguien que cede al artista una parte de su cuerpo para que realice su obra. Evidentemente el tatuador no tiene la misma libertad que si tuviera delante un trozo de tela, aunque cuanta mas se le de a un artista tatuador mejor debería ser el resultado.
De esta forma el tatuaje es producto de dos personas, el coleccionista, que solicita qué tipo de tatuaje quiere, y el tatuador, que lo resuelve con su estilo personal y puede aconsejarle dada su mayor experiencia en la materia pero nunca debe decidir por él, sino guiarle respetando su criterio.
El tatuaje es una forma de expresión muy personal. El coleccionista debe decidir lo que quiere reflejar y cómo quiere hacerlo. Es por esto por lo que en el tatuaje sí es válida la simbología, como la aportación intelectual del tatuado a la obra y compensación del déficit de posibilidades que nos presenta la técnica.
Si el coleccionista solo busca un diseño que le atraiga estéticamente y se guía por trabajos realizados a amigos y conocidos solo conseguirá la ornamentación de su cuerpo, cosa que no llega a ser arte. Para que un tatuaje sea artístico el motivo tatuado debe ser producto de una profunda reflexión del coleccionista y la habilidad del tatuador para materializarla. Al pertenecer la parte conceptual al elemento que percibe la obra, este pasa a ser artista receptor.
El artista receptor puede dejar mayor responsabilidad y permitir al artista tatuador involucrarse con la idea que él quiera materializar en su piel. Esta conjunción entre el artista activo y el artista pasivo es única en el arte del tatuaje, y sitúa al tatuador a modo de filtro entre el coleccionista y el resultado final a conseguir en un esfuerzo conjunto.
Debido al auge del tatuaje en la sociedad actual mucha gente consume esta técnica a la ligera y solo busca en él motivos estéticos sin valores personales. Si el tatuaje está infravalorado en el mundo del arte es porque muy pocos lo usan como tal en comparación con los que no se preocupan por esto, no porque la técnica sea pobre o carezca de expresividad. Si este sector coleccionista que infravalora el tatuaje como arte se concienciara y contribuyera a crear arte en la piel descubriría que si buscan una razón lo suficientemente importante como para grabarlo en su cuerpo se sentirán mucho más satisfechos con su tatuaje. Todo el mundo tiene algo que expresar, y si es tan significativo para él qué mejor sitio para hacerlo que el propio cuerpo.
Hemos visto, a grandes rasgos, lo que es el arte dentro y fuera del tatuaje. Ahora vamos a ahondar en las posibilidades de la técnica cutánea.
La necesidad de un tatuaje surge curiosamente en momentos de cambio en la vida de una persona. Cuando terminamos con una pareja, cambiamos de trabajo o nos vamos a vivir a otra ciudad, cuando tenemos que replantear nuestra vida aparece en nosotros esa necesidad de cambiar también nuestro aspecto, a veces de forma permanente. Como consecuencia de esto, los tatuajes que llevamos desempeñan a menudo la función de notas índice de distintas etapas de nuestra vida.
Pintarse el cuerpo ha sido siempre para el hombre una necesidad interior tanto como pintar la pared de una cueva o un trozo de tela. En la mayoría de tribus que aún viven de una manera a nuestros ojos salvaje podemos comprobar que pintan sus cuerpos para ir a la guerra o para celebrar rituales religiosos. También los guerreros de países desarrollados se pintan aunque sea por razones de camuflaje, y las mujeres por estética.
El tatuaje, como los principios del impresionismo, es un arte consumido por el pueblo. Pero consumir un arte no significa apreciarlo. Si el público en general se hace tatuar por capricho y no dispone o no hace uso de información acerca del arte del tatuaje, por mucho que este se extienda nunca será considerado como la escultura o la arquitectura.
Tampoco el soporte es fácil de exponer en un museo, solo sería factible mediante fotografías, pero, como en cualquier otro tipo de arte excepto la fotografía en sí misma, no se aprecia de la misma forma la calidad de la obra como si la vemos directamente. Ver el “David” de Miguel Ángel o “La rendición de Breda” de Velázquez por medio de una instantánea puede darnos una idea de lo que es la obra mirando cara a cara al original, pero solo delante de la creación del autor podremos apreciarla en toda su magnitud. Al reproducir una obra de arte le robamos esa esencia particular que no puede ser clonada. En la actualidad no es complicado asistir a convenciones ocasionales en las que se pueden ver tatuajes directamente en su formato propio, pero al ser un formato vivo con unas responsabilidades humanas no puede permanecer expuesto como un mármol de Carrara o una pintura al aceite de linaza a expensas de que alguien decida cualquier día ir a admirarla, y la disección debe esperar a la muerte, probablemente más de treinta años después de la ejecución de la obra con serios problemas de conservación. Los museos de tatuaje están en la calle, los vemos en la vida cotidiana y por eso les restamos importancia.
El tatuaje goza de las mismas posibilidades que como mínimo el dibujo. También puede crear las sensaciones propias del color. En función del mensaje que transmita podremos utilizar tonos azulados para crear un efecto de serenidad o colores ácidos y con muchos contrastes para hacerlo más dinámico y activo, aunque el color tatuado es bastante más limitado que la pintura acrílica o al óleo. En la pintura puedes jugar con la plasticidad y la importancia de lo representado es mínima.
El ser humano necesita a veces creer en cosas que la razón le dice que son imposibles. Necesita soñar y fantasear para evadirse de la realidad, fabricando pequeñas creencias propias. La autosugestión es una fuerza positiva muy poderosa que nos ayuda a adoptar una conducta apropiada para conseguir un propósito. A veces para llegar a autosugestionarnos necesitamos apoyar nuestra fe en objetos que fetichizamos y a los cuales atribuimos a nuestro parecer cualidades mágicas. Estos objetos fetiche son considerados como “amuletos mágicos”, y aunque sepamos que en el fondo es todo sugestión seguimos creyendo en ellos. Un único tatuaje de pequeño tamaño en ocasiones varios meses después de su realización acaba por convertirse en un preciado amuleto. Incluso existe el concepto del tatuaje terapéutico, en el que el convencimiento de que un tatuaje puede ayudarnos a sanar hace que ciertos enfermos mejoren, especialmente en casos en los que la fuerza de voluntad y el ánimo de sobrevivir son fundamentales, como por ejemplo los enfermos de cáncer.
Pese a lo útil que resulta la positividad mental de una persona, en la era de la investigación no podemos encasillar al tatuaje dentro del campo del arte mediante algo intelectualmente tan pobre como la superstición. Un tatuaje que quiera ser arte debe surgir de una profunda reflexión filosófica en la cual tanto el tatuador como el coleccionista deben desprenderse de todos los convencionalismos para crear algo único y original que transmita una o varias ideas. Olvidar por completo los diseños y lugares del cuerpo mas consumidos para crear algo personal es el camino de la originalidad.
Cuando un tatuaje es válido como propuesta artística solo puede ser llevado por la persona que lo lleva, ya que refleja su personalidad y su forma de pensar, canalizada por el tatuador y su estilo.
La composición sobre el cuerpo es también producto de la aportación de ambos componentes de la obra. El coleccionista decide donde quiere tatuarse dependiendo de las zonas que tenga ya ocupadas y de forma que la composición global quede compensada. Aunque el receptor no tenga nociones de dibujo, el ojo humano funciona de la misma forma en todas las personas. Eso hace que pueda adivinar en qué lugares debe tatuarse para que al observar la totalidad del cuerpo esta esté equilibrada.
Una vez el coleccionista ha decidido una zona corporal, el tatuador debe amoldar el diseño a la anatomía del receptor. Esto es muy importante, ya que si la estructura del “flash”* no encaja con la zona corporal a tatuar el resultado final quedará enajenado. Así pues, a la hora de componer no solo hay que atender al peso general y su distribución por el cuerpo, sino también a la forma en zonas concretas a tatuar. Habitualmente para que un tatuaje esté en armonía con una región específica del cuerpo debe coincidir con un músculo completo o una fracción de este en forma y tamaño. También puede funcionar acomodándolo a un hueso o a la unión de dos músculos. De todas maneras hay formas de componer totalmente anárquicas que no responden a ninguna regla y también funcionan.
Esta simbiosis entre anatomía y tatuaje varía del cuerpo masculino al femenino. Muy a menudo cuando una persona está poco tatuada la tinta se concentra en zonas que diferencian su anatomía de la del sexo opuesto, las que llaman más la atención de este. Así, los varones tatúan más sus hombros, pecho, parte superior de la espalda o gemelos frente a las mujeres que optan más por la nuca, los tobillos o cualquier parte de la región pélvica.
El atractivo estético de un tatuaje se divide en dos vertientes. Una consiste en la calidad de realización del diseño, la cual se aprecia con la mayor luz posible para contemplar bien la soltura y entereza de la línea, la escala de valores de sombras, el contraste o el uso del color.
El otro atractivo estético del tatuaje se aprecia con poca luz o entornando los ojos. Cuando la falta de luz nos resta buena parte de los datos que percibe nuestra vista se simplifican los planos. De esta forma cuando vemos un tatuaje en un cuerpo desnudo casi a oscuras solo apreciamos la mancha que ocupa en él, pero no distinguimos qué hay tatuado. Si el tatuaje está bien ubicado y es lo suficientemente grande resulta extraordinariamente atractivo.
Realmente en nuestra sociedad el tatuaje tiene unos efectos parecidos a los que le daban los maoríes o los aztecas; embellecer el cuerpo, a veces también puede hacernos parecer más peligrosos por el impacto visual y en ocasiones los motivos tatuados pueden encasillar al coleccionista dentro de una tribu urbana o de un grupo social.
En una obra de arte siempre resulta útil y enriquecedor observar el proceso de realización. En este, si es pintura resulta más obvio si el artista es más efusivo y temperamental o prudente y sutil. Además permite admirar la técnica y la determinación con las que resuelve los problemas que el cuadro plantea. En un tatuaje el proceso de creación tiene una gran carga expresiva y dramática. El tatuador no puede moverse como el pintor enérgico, que da brochazos violentamente, pero permanece sentado impasible mientras clava agujas en la piel del receptor, que se ha ofrecido voluntario para ello. En algunas zonas un tatuaje es apenas una molestia, pero en otras sí puede resultar muy doloroso. En esta práctica, comparable a un ritual arcano, el coleccionista se presta a que el artista le provoque una herida para generar arte. Esto hace que el que recibe la acción se implique verdaderamente en lo que se está haciendo.
Si el arte es una proyección de la personalidad del artista, el arte del tatuaje es la proyección de la unión de las personalidades del artista y el coleccionista. Recientemente en las múltiples convenciones de tatuadores profesionales existentes se ha desarrollado un fenómeno denominado “fusión de arte”, que fue ideado por Paul Booth y Filip Leu y llevado a cabo por primera vez en el año 2000 por ellos junto a Sean Vasquez y Bernie Luther. En esta práctica participan habitualmente cinco tatuadores, aunque el número es variable, y consiste en un tablero por artista o uno grande para todos. Cada cierto tiempo van rotando de manera que todos pinten y dibujen en cada sección, aportando su estilo. La habilidad del artista tatuador para adaptarse a la personalidad de otras personas le otorga una sustanciosa ventaja a la hora de compenetrarse con otros artistas. Algo parecido hicieron ya en su día Andy Warhol y Jean-Michell Basquiat, aunque ellos eran solo dos y se conocían bastante bien. En la fusión de arte entre tatuadores hay varios miembros y en muchas ocasiones no se conocen o solo han oído su nombre. Esta innovadora tendencia sirve además para que los tatuadores demuestren que también son capaces de trabajar en soportes mas aceptados por los manuales de historia del arte.
Quizá sea que la explosión de creatividad artística en el tatuaje o que la concienciación del tatuador como artista sean demasiado recientes y la sociedad aún no haya asimilado el cambio de actitud que hemos tomado los que desarrollamos esta técnica. Bien es cierto que no está del todo en nuestra mano conseguir que el tatuaje sea realmente considerado como arte, debido a la importante demanda de trabajos influidos por las modas y al intrusismo profesional. El coleccionista debe creer en el arte y tratar de estamparlo en su piel tanto como el tatuador. Asimismo el tatuador que quiera crear arte debe tratar de orientar al que va a recibir la técnica si advierte indecisión, inseguridad o ideas poco claras, no limitándose a tatuar lo que le dicen y donde le dicen.
El tatuaje pertenece a un grupo de técnicas que conforman lo que llamamos “body art”, o arte del cuerpo. Al tatuaje lo acompañan en este conjunto el “body paint” y el “body piercing”, y considero oportuno comentar las facetas artísticas de estas modalidades.
El “body paint” o pintura del cuerpo es menos parecido al tatuaje de lo que podamos suponer. En este método sí es factible pintar la totalidad del cuerpo. Tenemos un uso del color mucho menos limitado que en el tatuaje, ya que el pigmento se deposita sobre la epidermis y no por debajo de ella. A la hora de pintar un cuerpo se nos obliga a mirar el conjunto completo o la zona concreta cubierta de una forma más parecida a un lienzo que a un cuerpo tatuado. Es como pintar un cuadro sobre piel, y permite jugar con la anatomía aunque no obliga a ello. En esta técnica el receptor queda habitualmente privado de aportar la parte intelectual de la obra.
Observar un cuerpo completamente pintado es como ver una obra pictórica sobre otra escultórica de bulto redondo, con el aliciente de que esta escultura respira y se mueve. La pintura corporal puede realizarse para ser mostrada en una pasarela, aunque cuando realmente alcanza su mayor grado de elocuencia es combinándolo con alguna técnica de expresión dramática, como el teatro o la danza. El mayor problema del “body painting” es la poca longevidad de la obra, ya que son varias horas de trabajo para exponerlo durante un corto período de tiempo.
El “body piercing”* o perforación del cuerpo es bastante más limitado como forma de arte. Habitualmente tras la perforación cutánea se procede al anillado corporal y tiene una finalidad simplemente estética. Para que una perforación corporal llegue a ser arte es necesario combinarla con alguna otra técnica. La más factible es la fotografía. Con este método el anillado juega de la mano con la composición de la fotografía, la expresión dramática del cuerpo y las diferentes tensiones que se pueden crear con los elementos que decidamos que atraviesen la piel, cuyo límite únicamente lo define nuestra imaginación, siempre atendiendo a la higiene y a la seguridad.
Otra forma de generar arte mediante la perforación corporal es por medio de “performances”. En ellas son muy frecuentes las suspensiones totales o parciales. Este lenguaje artístico está muy ligado a lo que hoy en día conocemos como “Shock Art”, ya que la sensación que se despierta en el público es muy diferente a la que experimenta quien ejecuta la acción. Los espectadores en general sienten asombro, miedo e intranquilidad, mientras que la persona suspendida, si está psicológicamente preparada, debe estar en un estado de plena concentración y tranquilidad y la sensación de flotar le resultará agradable a pesar de estar colgados de su propia carne por ganchos.
Al margen de la materia artística, la acción de atravesar la piel es un poderoso sistema de relajación. El acto de autoperforar nuestro cuerpo aunque luego no se coloque luego ningún objeto en el orificio obtenido es un mecanismo antiestrés (debido a la bajada de tensión que suele acompañar este acto) que nos ayuda a conocer nuestro cuerpo y controlar nuestra mente al requerir plena concentración y ser totalmente conscientes de las sensaciones que acompañan al ritual.
También hay técnicas de modificación corporal muy vanguardistas como implantes de silicona u otros objetos bajo la piel, afilado de dientes, disección de lengua, el “branding”, que consiste en dibujar sobre la piel a base de quemaduras o la escarificación con un bisturí para que sea la cicatriz la que delimite el dibujo. En estos dos últimos métodos aprender a conocer y aceptar el dolor voluntariamente como algo natural es indispensable, sumados a una gran fortaleza mental, al igual que en las suspensiones. Hay que llegar a un punto muy elevado de autocontrol para dominar nuestra fisiología ante un sentimiento tan primario como es el dolor. Lo que nos hace controlar esto no es la fuerza del cuerpo, sino de la mente.
Volviendo al tema del tatuaje, los estilos ya existentes con motivos de dragones, calaveras, carpas o llamas pueden ser validos si se encuentra una razón para realizarlos, pero no estamos limitados por ello. La técnica del tatuaje permite realizar casi cualquier tipo de dibujo en nuestro cuerpo, no solo modelos estandarizados y preestablecidos diseñados exclusivamente para la piel. Podemos representar en la epidermis desde una imitación de una pintura rupestre hasta una fotografía de la casa donde nacimos o usar elementos tomados de un cuadro abstracto.
Realmente, cuanto más original sea el motivo y más se aleje de los patrones habituales más único y personal será el trabajo final, por eso no debería nadie precipitarse a la hora de decidir qué tatuarse. Quiero hacer hincapié en la diferencia entre decidir y escoger, ya que en esta última acción el individuo elige una opción entre las que se le ofrecen, mientras que cuando decidimos algo no tenemos por qué tomar ninguna de las alternativas que se nos plantean, sino que utilizamos nuestra propia iniciativa.
En este ensayo me propongo hacer un amplio glosario de estilos de tatuajes y definir los parámetros y particularidades de cada uno de ellos pasando por comentar su historia. También daremos un paseo por el cuerpo humano y atenderemos a la manera de conjugar las formas para optimizar su resultado.
*(Palabras contenidas en el glosario)
Realizaste una perfecta apologia del tatuaje, pero es una de las tantas cosas trasgiversadas que se le busca dar un matiz mistico para ocultar su mercantilizacion llegando al punto ser producido en serie.