Existe la errónea búsqueda por parte de muchos coleccionistas por encontrar y/o clasificar a los mejores tatuadores del mundo o de la ciudad o el país en el que se encuentren.
Esta tendencia a la competición y el ánimo de los aficionados a establecer comparaciones pueden en el mejor de los casos animar a los tatuadores a mejorar su técnica basándose en la sana rivalidad, pero en la mayoría de ocasiones propician el que se avive el fuego de la discordia.
Los que llevamos tanto tiempo en este mundo sabemos cómo eran las relaciones entre tatuadores hace quince años; éramos cuatro gatos enseñándonos las uñas por quedarnos con la poca comida que había.
Afortunadamente esta rama del arte ha prosperado y con su paulatina normalización y globalización ha entrado muchísima sangre nueva a un lado y otro del mostrador, haciendo inevitable que las relaciones entre tatuadores comprometidos con su trabajo mejoren.
Un tatuador moralmente positivo hace caso omiso de los comentarios negativos que un cliente común haga de un compañero de gremio o diga que hayan comentado sobre él.
Obviamente si este cliente ya no se tatúa con él es porque han tenido un desacuerdo, lo que le predispondrá a tergiversar la realidad en contra suya.
Un tatuador sin ética difundiría estos rumores guiado por la avaricia para desacreditar a la competencia.
El tatuador respetuoso es muy prudente a la hora de emitir un juicio negativo acerca del trabajo de otros tatuadores, tanto por no herir la sensibilidad de quien lo lleva como por no entrar en el juego de salpicarnos de mierda los unos a los otros, porque acabamos todos pringados.
Todos los artistas de la piel hemos hecho en el pasado algún tatuaje* del que no nos sintiéramos orgullosos.
Volviendo al tema de quién es el mejor tatuador del mundo o de España, es una pregunta sin respuesta ya que está mal formulada. El arte es una disciplina en la que no tienen cabida las calificaciones estrictas. El buen criterio y el sentido común nos dictan si un trabajo está mejor o peor realizado, pudiendo estar a disposición a priori de evaluar si la obra de un tatuador es más correcta o más completa que la de otro, pero solo podemos hacer conjeturas y aproximaciones.
El mundo del tatuaje tiene además una variedad de estilos tan extensa que sería erróneo, hipócrita e incluso vanidoso el que un usuario o aplicador de la técnica se considere en disposición de afirmar quién es el mejor tatuador.
La preferencia de un tatuador o usuario hacia un estilo concreto le sitúa en estado de discapacidad para juzgar qué tatuador es mejor o peor.
Si me preguntan por mi tatuador preferido diré si me gusta el tatuaje tradicional japonés que Horiyoshi III o Filip Leu. Si me gustara el estilo maorí por encima del resto diría que Paulo II Sulu’ape es el mejor, si lo mío es el biomecánico a color, sin duda Guy Aitchison, y si mi género es el terror no sabría escoger entre Paul Booth, Robert Hernández, Cristian Benvenuto o Boris, de Hungría, pero esto es solo una opinión personal. Ni yo ni nadie estamos capacitados para calificar lo incalificable.
Si además entramos en el terreno de si el mejor tatuador (o tatuadora) es el más técnico, el más creativo o el que mejor canaliza la idea del coleccionista las posibilidades de seleccionar al mejor tatuador se reducen a cero.
Vamos a realizar un análisis simplemente de estos tres parámetros de valoración que hemos mencionado, aunque la cantidad de criterios que se debieran tener en cuenta son inacabables.
III) EL TATUADOR MÁS COMPATIBLE.
Por desgracia son tres apartados demasiado extensos para incluirlos en una sola publicación, luego habrá que desarrollarlos en tres artículos diferentes. Recordad que cada semana hay una nueva publicación en esta página.
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*(Palabras contenidas en el GLOSARIO)