Recientemente entre los tatuajes que se realizan en el mundo se ha desarrollado una modalidad que con los años ha ido cogiendo fuerza según ha ido ganando popularidad el estilo del que se ramifica, el “New School”. Los food tattoos son una temática bastante conocida dentro de los tatuajes neotradicionales*.
En esta ocasión la comida favorita de este usuario era el sushi, hasta el punto de querer tatuárselo en la pantorrilla.
El problema es que había un gran lobo feroz saliendo de la piel a la altura del gemelo que prometía no irse en absoluto con facilidad. Las líneas estaban muy distendidas y oscuras, y los pequeños detalles de la cara del lobo o el roto de la piel que hacía que no se apreciara bien el dibujo. Aparte de las líneas, el color* rojo había perdido intensidad y saturación*, pero no por ello dejaba muchos huecos libres para aprovechar espacios libres para su tapado.
Como elemento principal podíamos aprovechar que el sushi es un plato japonés que se acompaña normalmente con pescado o marisco crudo. Aprovechando que en Japón hay un estilo de tatuaje muy famoso entre el cual es muy frecuente las representaciones de cierto tipo de peces, las carpas Koi*. Pese a que las carpas no están incluidas dentro de los acompañamientos culinarios del sushi, el origen común hizo que este chico encontrara este animal como el más acertado para que el tatuaje gane también en una estética reconocible asociada a dos estilos, el tatuaje japonés y el neotradicional.
El tatuaje Old School americano nació de un intercanbio cultural entre los marineros americanos y los japoneses tras la apertura del puerto de Yokohama en Edo (actual Tokio) a finales del siglo XIX. Este puerto simbolizaba la liberación del régimen de Tokugawa de aislamiento con el comercio exterior y el contacto intercultural que dura más de 250 años. El estilo tradicional evolucionó hacia un acabado conocido como New School, con el que comparte él y con el japonés el gusto por la línea gruesa, aunque el tatuaje neotradicional utilice diseños flash* más flexibles, la línea* de grosor variable (influencia del grafiti*) y los colores degradados* en lugar de las tintas planas* y colores primarios de los estilos tradicionales de tatuaje.
De esta forma tenemos una fusión de estilo japonés y de la Nueva Excuela, que pese a que naciera de la escuela americana también versiona la tradición japonesa en ocasiones.
Conceptualmente puede que a muchas personas pueda parecer absurdo hacerse un tatuaje con una imagen de comida, pero no es tan difícil de excusar la motivación. Aparte de lo obvio que es la importancia de la comida para nuestra supervivencia, disfrutar de una buena comida teniendo apetito es uno de los grandes placeres de la vida, junto con el sexo. Si no es raro encontrar tatuajes de carácter o con contenido sexual, ¿por qué no íbamos a poder expresar nuestra afición a cierto tipo de comidas, así como lo hacemos con películas, bandas de música y otro tipo de aficiones?
Además, las carpas koi son animales totémicos para muchos japoneses, lo que les da un carácter sagrado que hace que comerla no sea una opción, por lo que al estar transformándola en comida está creando una antítesis entre lo terrenal y lo sagrado, aparte del que ya matizaba entre lo tradicional y lo moderno con el estilo y la temática, sumamos un contraste conceptual que refuerza la potencia del mensaje de la obra que a primera vista puede parecer solo un conjunto de comida.
Para tapar bien ese lobo el tatuaje tenía que ser de grandes dimensiones y aprovechar la línea, los grises, las sombras y el color. El tatuaje se extiende a la parte trasera del gemelo, y en principio acabará siendo una pantorrilla completa, falta una geisha comiendo en el espacio que queda libre de pierna, aunque aún está pendiente, espero poder mostrarlo pronto.
Volveremos a vernos pronto.
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