Vigésimo octava entrega de esta serie de recopilaciones de tatuajes destacados de este estudio de Granada que lleva decorando todo tipo de pieles desde 2005.
Como los que seguís este tipo de publicaciones sabréis, en cada recopilatorio hablo acerca de uno o varios temas relacionados con el tatuaje*.
En esta ocasión quisiera hablar sobre los valores que se le pueden dar a un tatuaje; el estético, el personal y el simbólico.
Los valores estéticos son los que más llaman la atención del espectador y posiblemente los que al coleccionista* le guste más enseñar, aunque no por ello deban ser exactamente sus favoritos.
Un tatuaje bonito es para lucirlo, para los demás, aunque no tenga intención de simbolizar ninguna idea profunda ni ningún tipo de sentimiento.
El valor artístico de los tatuajes meramente estéticos suele ser casi en su totalidad mérito del tatuador, ya que es él quien realiza la obra y, si no tiene ninguna intención simbólica, espiritual, etc, es la habilidad de realización la que aporta el arte a la piel.
La sensibilidad del artista a la hora de escoger la escala de sombras*, el trato de la línea*, la selección y disposición de los colores, la adaptación al cuerpo del coleccionista… son los únicos parámetros a tener en cuenta en un tatuaje en el que no se ha incluido un significado concreto.
El valor estético no siempre tiene que ser laborioso, pueden conseguirse tatuajes hermosos muy simples o muy conceptuales, minimalistas, etc.
Aparte de los méritos estéticos generados por la habilidad del artista tanto como dibujante como tatuador hay otros valores más personales y simbólicos que se le pueden atribuir a un tatuaje.
Por ejemplo podemos tatuarnos una imagen que sea especial para nosotros, como por ejemplo en la imagen de la derecha, en la que la mujer me trajo un dibujo de cada uno de sus hijos para que los combinara en uno solo.
Obviamente como dibujos no son perfectos, pero el valor sentimental que esta mujer (de procedencia belga si no recuerdo mal) que esta mujer le otorga a este tatuaje es mayor que cualquier otro que pueda hacerse en el cuerpo, por muy bonito que fuera.
En esto consiste el valor personal de un tatuaje, en evocar el recuerdo de seres queridos o de pensamientos o sentimientos muy íntimos. Sean o no estéticos este tipo de tatuajes suelen ser los más valorados por quien los lleva.
En cuanto al valor simbólico del tatuaje, nos referimos a la simbología general de ciertos tatuajes que está ya preestablecida o que resulta evidente su significado.
Bien es cierto que los tatuajes con valor personal suelen estar también cargados de valor simbólico, el cual puede ser también evidente o estar enterrado en la más profunda intimidad.
De hecho, el simbolismo general de ciertos iconos preestablecidos tiende al consumo masificado de imágenes cliché, haciendo que ya no sea tan fácil discernir quién da un uso correcto a un símbolo y quién se lo hace tatuar simplemente por modas o por pereza de buscar una alternativa más personal.
El tatuaje perfecto debería reunir al menos dos de estos tres conceptos que hemos mencionado en este recopilatorio.
Un tatuaje con un potente valor estético y un profundo significado personal y/o general (concretamente yo considero más importante el personal) es un trabajo más completo y por lo tanto más valioso que si carece de alguna de estas virtudes.
Estos tatuajes tienen la capacidad de gustar por su belleza tanto a propios como a extraños, mientras que al mismo tiempo albergan un atractivo extra en base a la conceptualidad o al simbolismo de la obra, que puede ser compartido o privado por parte de quien lo lleva.
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