Continuamos con la tanda de recopilaciones especiales de años completos para actualizar la página a trabajos más actuales sin dejar en el tintero estos años que lleva de retraso la página. Recordad que hay una selección más amplia en Instagram y en Facebook.
Otra modalidad de publicación a la que voy a dar preferencia es a los capítulos del libro, por el cual he recibido muchos mensajes preguntando por los que faltan, en especial de lectores de latinoamérica, donde parece que ha tenido mucha aceptación. Gracias a todos por vuestra confianza.
Ser escuchado y sentirse comprendido son sensaciones fundamentales para sentirse realizados como personas. El esfuerzo sin reconocimiento es muy frustrante, así como el reconocimiento sin esfuerzo también debería serlo.
A veces una persona obtiene mucho reconocimiento sin esfuerzo por tener un gran talento, otras es por aspectos sociales como la popularidad o la empatía, aunque éstos no estén directamente relacionados con la obra o el trabajo a reconocer.
Como dijo Albert Einstein el genio se compone de un 10% de genialidad y un 90 de laboriosidad.
Hay un punto muy concreto en el tema del que estamos tratando que merece una mención que es el autorreconocimiento. El público en general no es difícil de engañar. Cuando un tatuador tiene unos precios desorbitados, es inflexible y no dedica tiempo a escuchar la opinión del coleccionista* éste tiende a pensar que es un gran artista, cosa que sucede a menudo, pero no siempre.
A veces el ego de un tatuador es mayor que su talento, pero el saber venderse le hace tener éxito en su negocio. La gente es como los chicles, que cuanto más los pisas más se pegan.
También hay buen@s artistas humildes que no gozan de renombre por dedicarse mucho a sus clientes o enrollarse mucho con los precios, esto puede generar desconfianza en el cliente porque pueda pensar que haya gato encerrado, que no sea un profesional o que de alguna manera lo estén engañando.
Lo ideal a la hora de elegir depositar la confianza en un/a artista para que te marque la piel de por vida es fijarse en lo que hace y no en lo que dice, ver sus trabajos en Internet y valorar el resultado con criterio en lugar de fiarse de las apariencias, luego hacer una toma de contacto para ver si hay conexión y buenas vibraciones.
Tenemos también el caso contrario, cuando la gente (o incluso a sí mism@) menosprecia e infravalora el trabajo del/la tatuador/a ya sea por tratar de bajar el precio de la obra (sea justo o no) como en el caso de los haters.
Cuando un/a tatuador/a ofrece un precio justo e incluso barato para un tatuaje y el usuario dice que es excesivo e intenta bajarlo es una falta de respeto y una ofensa. Es difícil discernir entre un precio justo, económico o excesivo, y obviamente el caché del artista y la excesiva demanda de trabajo influyen en el incremento del precio, pero de media si un tatuador cobra mucho y trabaja mal no suele llegar muy lejos.
Existe también la posibilidad de que el tatuador se haya relajado, haya hecho fama y se haya echado a dormir, que si no le interesa el trabajo no le dedique el esfuerzo necesario y eso se nota en el resultado final. Para conseguir y mantener un caché hay que mantener el nivel de calidad en todos los trabajos, aunque a veces las exigencias o la inflexibilidad del/a coleccionista no lo permitan.
Personalmente yo considero que mi relación calidad/precio es óptima, incluso que cobro demasiado barato mi trabajo en función de mi experiencia dado mi carácter humilde y mi empatía (que hay que reconocer que no siempre está presente, nadie es perfecto), así que cuando doy un presupuesto nunca lo bajo. Tampoco lo subo si al final me lleva más trabajo del calculado, pero de lo que sí que me siento orgulloso es de la fidelidad de mi clientela.
Son conceptos escabrosos los relacionados con la autoestima. Cuando una persona está muy subida se le llama orgullo, cuando está muy baja y quiere progresar se le llama autoestima, pero lo que sí es seguro es que para valorar el propio trabajo hay que esforzarse y exigirse a uno mismo.
Volviendo al tema de l@s haters, es un concepto moderno que me toca mucho la moral. La gente que va simplemente criticando a todo el mundo porque estén frustrados y quieran que el resto del mundo lo esté me parece de lo más ruín.
A veces son otr@s artistas que quieren trepar a base de echarle mierda a sus compañeros de gremio, que quieren hacer ascender su prestigio a costa de criticar a otr@s tatuadores/as delante de sus clientes. Esta es una práctica muy nociva para el oficio, además lo peor es que la sociedad de hoy en día tiende a creerse todo lo que le cuentan en lugar de tener criterio propio, y no sólo eso, además se apresuran a divulgarlo cada vez más envenenado perjudicando a personas que ni conocen y de las que han visto nada como para emitir un juicio justo.
L@s “mejores” artistas del tatuaje (sean elitistas o no) no se rebajan a criticar el trabajo de sus compañer@s de gremio que tengan menos talento o experiencia, son más comprensivos con ellos porque nadie nace sabiendo. Un/a tatuador/a que se dedique a echar pestes al resto de la competencia está dando una mala impresión de sí mism@, aunque a corto plazo le pueda dar resultado.
En lo que se refiere al público coleccionista que se dedica a criticarlo todo solo para sentirse mejor… hay gente para todo, yo desde luego no entiendo ese carácter mezquino de necesitar hacer sentirse mal a todo el mundo para poder sentirse bien porque no sean capaces de hacer nada bueno por sí mism@s.
Hoy en día con la globalización además estas voces tienen mucha presencia, todo el mundo puede hacer reseñas conozcan o no a la gente a la que están valorando, y por desgracia la naturaleza humana siente más morbo por el mal que por el bien, pero dar poder a las personas con intenciones nocivas no me parece excesivamente ético.