“De los buenos líderes la gente no nota su existencia.
A los no tan buenos, la gente les honrará y alabará.
A los mediocres, les temerán
y a los peores les odiarán.
Cuando se haya completado el trabajo
de los mejores líderes,
la gente dirá: ‘Lo hemos hecho nosotros’.”
Lao Tse, Tao Te King, 17.
Los ideales que decidimos seguir son un punto de inflexión que va a condicionar nuestra actitud en un futuro en los aspectos relacionados con el tema que abordan. Nunca llueve a gusto de todos porque no todos tenemos las mismas necesidades.
Si queremos tener una perspectiva imparcial de algún asunto en concreto y tenemos una postura clara y abierta en favor o en contra de este necesariamente habremos de ponernos en el lugar de una persona que defienda los ideales opuestos y razonar por qué debe defenderlos.
Una vez hemos considerado el némesis de nuestra idealidad (que debe ser opuesto proporcionalmente en dirección y radicalidad) dejando aparte la venganza y el odio y tratando de tener una visión objetiva deberemos admitir que toda ideología defendida o criticada tiene argumentos para ser defendible o criticable.
Obviamente erraremos si pensamos que tenemos la absoluta razón si queremos ver la “realidad conjunta”. Hablo de “realidad conjunta” porque existe una realidad distinta por cada mente, y el punto de vista y los ideales condicionan nuestra ecuanimidad. No podemos saber cómo es una escultura si la miramos únicamente desde un solo sitio.
No debemos olvidar que escogemos nuestros valores en función a una complicada ecuación genética-social. Las variables de este “algoritmo idealista” son la experiencia, la edad, el sexo, la raza, la procedencia, el estatus social, la solvencia económica, la educación recibida, la voluntad, las aptitudes físicas, mentales y emocionales, la influenciabilidad, los círculos sociales, los traumas superados o no, la tendencia a la ira o el rencor, la capacidad de perdonar y un larguísimo etcétera que hace que cada individuo tenga su propia personalidad.
Si a una persona le cambias uno o varios de estos factores desde su nacimiento probablemente acabe desarrollando una forma de ser muy distinta a la que hubiese tenido si no se hubiesen alterado las condiciones.
Otro caso es cuando alteramos los elementos que intervienen teniendo el sujeto ya unos valores iniciales que puedan estar ya arraigados puede verse o no afectados por un giro drástico y aleatorio del destino, como un pobre al que le toca la lotería, que sabe valorarlo porque sabe lo que es la necesidad.
Nuevamente vemos que la balanza necesita lastre en ambos lados para poder calcular el peso de la verdad.
“Ay de aquel pueblo que olvida su historia
porque está condenado a repetirla”
Napoleón Bonaparte.
Es por esto que no hay que tatuarse demasiado a la ligera símbolos que puedan ser interpretados como mensajes radicales de intolerancia, y no nos equivoquemos, cualquier ideal que lucha contra algo ya está marginando aquello contra lo que lucha, que también puede ser defendible y por tanto tiene derechos que deben ser respetados, pero la naturaleza humana siempre ha tendido al miedo, el odio y la venganza antes que al respeto o la colaboración.
“Todo el mundo es víctima de algo o cree serlo,
pero podemos escoger qué clase de víctimas somos.
Si reaccionamos ante la violencia con más violencia
sólo conseguiremos más víctimas inocentes.
La única forma de ganar una pelea es evitándola,
además es la única resolución en la que ambas partes
salen ganando.
La única forma de vencer a la violencia es
NO FORMANDO PARTE DE ELLA
Sé mejor que tu enemigo,
no dejes que tus ideales te cieguen…
Sé justo/a, forma parte de un todo imperfecto del que todos somos víctimas.”