Si hay algo difícil de tapar en lo referente a tatuajes es un tatuaje grande y negro, al estilo de los tribales que se pusieron de moda durante los años noventa.
Para tapar un tribal de estas características hay que echar mano de todo el ingenio y la creatividad de que se disponga, sabiendo que habrá que improvisar y adaptarse a la situación, por lo que siempre hay que tener un recurso del que puedas echar mano cuando tropiezas con el tribal que no resulte chocante.
Para este cover up la idea original estaba ambientada en las famosas imágenes del ilustrador Luis Royo, pero esa idea era inviable para tapar un tribal negro de esas dimensiones. Tras estudiarlo larga y tendidamente llegamos al consenso de hacer figuras robóticas humanoides que no tuvieran piel humana.
Los sutiles degradados de las ilustraciones que a ambos nos gustaban no eran lo suficientemente flexibles como para enfrentarse a las sólidas tintas planas* del tatuaje que teníamos que tapar, así que tuvimos que utilizar colores con mucha saturación* y algún recurso que se me ocurriera para utilizar como patrón de repetición que excusara la concentración de masas cargadas y permitiera a la vez respetar los vacíos que el tatuaje original me brindara para oxigenar la composición.
Se me ocurrieron unos pequeños cuadrados que creaban una especie de laminado bastante abstractos que me permitían gran flexibilidad y maniobrabilidad al poder disponerlos a mi antojo y conveniencia en la piel del coleccionista para disimular el gran tribal que condicionaba la obra.
Debo decir que este recurso está inspirado en la forma de representar los elementos tecnorgánicos de uno de mis dibujantes de cómic favoritos de la infancia, Arthur Adams, cuyas ilustraciones junto con las de muchos otros marcaron mis ideales desde muy joven. Recuerdo que ya con diez añitos tenía mi carpeta con dibujos de superhéroes que vendía a mis compañeros para poder costearme los materiales de dibujo para seguir jugando y comprando nuevos cómics que inspiraran mi fantasía.
Durante mi infancia mi sueño era ser entintador de cómics, lo de la piel me vino a falta de poco para la mayoría de edad. El tatuaje estaba muy mal visto por aquellos entonces, no era una vocación imaginable para un niño como pueda serlo hoy que entre todos hemos conseguido normalizar esta forma de arte.
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