El grafiti* moderno es una forma de expresión muy nueva y reivindicativa, joven y rebelde que tiene sus raíces semánticas y no solo semánticas mucho más atrás de lo que cabe esperar. La palabra grafiti viene del italiano graffiti, graffire (aunque en Italia lo conozcan por writting, ya que reservan la palabra graffiti para su significado original), que significa “marca o inscripción rayada en un muro” y a su vez del latín scariphare, que es el gesto de rasgar con el estilete sobre las tablillas de cera o arcilla sobre las que se escribían antiguamente. En la Roma clásica era costumbre hacer estos grafitis con un punzón en paredes de columnas con mensajes políticos, declaraciones de amor, insultos o caricaturas. Aunque el grafiti moderno no suela hacer referencia a la política, la función que desempeña es la misma, es una forma de protesta mediante la expresión artística con una estética muy característica.
El concepto de grafiti moderno comenzó a usarse a principios de la década de los setenta en Estados Unidos, y en principio eran pintadas con aerosol con textos sin intencionalidad artística. El aerosol se asimiló en su mayor parte por la cultura hip hop, siendo hoy uno de sus elementos más característicos. Poco a poco los diseños fueron evolucionando y los textos se fueron volviendo más abstractos, ilegibles y de mayores proporciones. También los colores fueron volviéndose más llamativos y contrastados, sobre todo con el uso de colores primarios y fluorescentes.
La nueva demanda de pinturas en aerosol propició el desarrollo de esta industria, y con ello la mejora de sus prestaciones. Así, dada la facilidad del aerosol para realizar degradados y la nueva posibilidad de hacer pequeños detalles los artistas del mobiliario urbano comenzaron a realizar trabajos más plásticos y figurativos*. Los más tradicionalistas que se ocupan de este joven arte afirman que este tipo de pintadas no son grafitis.
Para ellos esta estética tan elaborada se aleja del espíritu original del movimiento urbano. El grafiti callejero consiste en buscar un muro en ruinas, unas escaleras escondidas, una pared de difícil acceso o un tren estacionado (o incluso en una parada) y hacer un trabajo rápido dejando la marca propia de identidad o de un grupo antes de que llegue la policía y te pueda llevar detenido. Es una forma de popularizar a un artista urbano, mediante el atrevimiento a realizar trabajos osados por el riesgo que conllevan. Pese a que los textos se abstraen hasta la ilegibilidad y a menudo son anónimos o firmados bajo seudónimo por precaución contra las represalias de la ley, dentro del gremio los artistas reconocen a la perfección las obras de sus compañeros de vocación. Los trabajos más elaborados pierden esta esencia de rebeldía en sacrificio de una finalidad plástica. Necesitan más espacio y tranquilidad para ser realizados y se acercan más al estilo de la aerografía.
La aerografía es el hijo favorito de la pintura atomizada. Permite un mayor control del diámetro de acción y de la cantidad de pintura que se expulsa, por lo que no requiere grandes dimensiones y es capaz de generar un realismo* incluso mayor que la pintura al óleo. Debido a la posibilidad de trabajar en dimensiones muy reducidas, en ocasiones es necesario el uso de plantillas de acetato para crear una máscara que haga una reserva en zonas donde no se desee pintar. En el grafiti el uso de plantillas en un mural sitúa automáticamente la obra fuera de este estilo.
La única forma de que una pintura realizada con aerosol y plantilla sea aceptada como grafiti es que la obra completa consista en un trabajo de plantilla. Este tipo de grafitis son también muy populares, ya que son de muy rápida realización y pueden hacerse muchas copias, por lo que se puede ser más osado en la localización de las pintadas y por lo tanto más reivindicativo. También pueden verse diseños de varias plantillas en una misma zona, uno por cada color, aunque no son tan comunes debido a necesitar un mayor tiempo de realización y por tanto se presta menos a realizarse en lugares arriesgados.
Pese a que la pintura pulverizada tiene una forma de aplicación y un efecto totalmente diferente a la técnica del tatuaje*, la estética y el efecto son relativamente imitables en la piel. En cuanto al diseño del flash* no hay ningún problema. El estilo del grafiti tiene una forma de dibujo muy personal que no es difícil de dibujar para otros soportes. De hecho, a menudo antes de realizar un mural de grandes dimensiones suelen hacerse bocetos y pruebas de color con ceras y rotuladores acrílicos, que también juegan un papel primordial en la cultura del grafiti. Cualquiera de estos bocetos es ya factible para ser llevado a la piel sin mayor problema, ya que este estilo no habitúa a tener detalles demasiado pequeños. Si bien el color en la piel no consigue la luminosidad que en una pintada, podemos potenciarlo con el mayor contraste cromático posible para suplir esta carencia.
En resumen, la técnica del grafiti y la del tatuaje no solo han caminado de la mano en su época de mayor auge global sino que además pese a ser casi totalmente opuestas en su ejecución (calle/estudio, botes de pintura/agujas estériles, pared/piel, rapidez/paciencia, popularizar la propia identidad/descubrirla y reflejarla) son capaces de aunarse como líderes del arte urbano contemporáneo y tienen la posibilidad de realizar trabajos híbridos de “pintadas en la piel”.
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